Por MANUEL GARCÍA GUATAS

Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza.

 

Hablar de la colección de obras y objetos que constituyen el patrimonio artístico de la Universidad de Zaragoza es seguir su historia desde su creación en el siglo XVI y las de los promotores y autores que las han hecho posibles.

Como es sabido, fue un 10 de septiembre de 1542 cuando el emperador Carlos V otorgó en las Cortes Generales del Reino reunidas en Monzón un estudio general o universidad a la ciudad de Zaragoza. Dicho privilegio real rezaba clara y escuetamente de este modo:

et eciam ordinamus quod in ipsa Civitate Cesarauguste sit deinde Studium generale tam in theologia, Iure Canonico et Civili, quam etiam Medicine, Filosophie, Artibus ac etiam quibusvis aliis facultatibus et scientis aprobatis.

y, asimismo, ordenamos que en esta ciudad de Zaragoza haya inmediatamente un estudio general, tanto en Teología, Derecho Canónico y Civil, como también en Medicina, Filosofía, Artes y de igual modo cualesquiera otras facultades y ciencias autorizadas[1].

Pero tuvieron que pasar más de cuarenta años para que el 24 de mayo de 1583 se inauguraran, por fin, estos estudios generales con los que realmente se fundó nuestra universidad, gracias al empeño personal del entonces canónigo de La Seo y vicario general del arzobispado de Zaragoza Pedro Cerbuna, que por ello es considerado con todo merecimiento «huius universitatis amplificator maximus»[2].

Del año fundacional se conserva el diploma en pergamino con el privilegio imperial firmado en Monzón, que guarda el Ayuntamiento de Zaragoza, pues fueron tres síndicos del concejo los que llevaron al monarca la solicitud de un estudio general.

La universidad conserva como objeto emblemático más antiguo una maza de plata sobredorada, mandada hacer por el rector Pedro Torrellas en 1588, en cuya cabeza lleva en fino repujado el escudo de la Universidad de Zaragoza: San Pedro sentado en la cátedra, con las llaves en una mano y la cruz patriarcal en la otra, flanqueado por los escudos del Reino de Aragón y de la ciudad.

Estaba dispuesto en los primitivos estatutos, a ejemplo de otras universidades, que el bedel que precedía al rector en los actos académicos llevara la maza.

Será ya en 1875 cuando el rector Gerónimo Borao, quien además de haber ordenado abrir, como veremos, un registro de las obras artísticas y objetos suntuarios de la universidad, encargue una segunda maza de plata, copia de la del siglo XVI, para hacer pareja en las solemnidades presididas por el rector, tal como las usaba el cabildo de La Seo.

Muy pocas obras más de interés y valor artístico tuvo la universidad en su primitiva sede de la plaza de la Magdalena, aparte de retratos de los gobernantes, como el de José Godoy, en el Paraninfo, que quemaron los estudiantes en marzo de 1808. Pero antes de un año el propio edificio se va a convertir, además, en uno de los objetivos principales de los combates del segundo asedio de Zaragoza.

Efectivamente, aunque el curso universitario de 1808-1809 pudo dar comienzo en octubre, después del primer sitio, con apenas un centenar de alumnos, quedará interrumpido enseguida, al comenzar el segundo asedio de Zaragoza el 20 de diciembre y ordenar el general Palafox la militarización del edificio de la universidad, convertido en maestranza del arma de ingenieros. Será objetivo de los últimos ataques de las tropas francesas, el 18 de febrero de 1809, tres días antes de la rendición definitiva de Zaragoza, que supusieron la destrucción de sus dos fachadas principales. Aunque se mantuvieron en pie la capilla del siglo XVI y el Paraninfo, debió de perderse buena parte de las obras y objetos artísticos que contenía, excepto un cáliz de plata dorada (con una dedicatoria del donante en el año 1787 al santuario del Espíritu Santo), si es que había entrado en esa fecha en la universidad.

Una de las obras que se han conservado es un retrato de gran tamaño al óleo sobre lienzo de su fundador, el emperador Carlos V. Se le representa en pie, con armadura y manto rojo, ante una mesa sobre la que se extiende un documento (¿el privilegio fundacional de la Universidad de Zaragoza?) en el que apoya la mano, junto a un tintero y la corona imperial, y un fondo de paisaje al modo veneciano. Parece que fue pintado para presidir el primitivo Paraninfo de la universidad y allí estuvo colocado hasta la construcción del nuevo en 1893. Es una copia del siglo XVII de otro anterior, y fue restaurada a finales del XIX por el pintor José Gonzálvez, autor, como veremos, de retratos de rectores y políticos para la universidad[3].

Sin embargo, poco después de liberada Zaragoza de la ocupación de las tropas francesas será cuando la universidad adquiera varios tapices de los siglos XVI y XVII, que son lo más sobresaliente de su colección artística.

Debió de comprar algunos en 1814 para el recibimiento del nuevo y deseado monarca Fernando VII el 7 de abril (día de Jueves Santo). Éste hizo su primera visita a la heroica ciudad en ruinas entrando por la puerta del Sol, cerca de la universidad, que, como anotaba el cronista Faustino Casamayor, «colgó todo su edificio derruido y su frontón con paños flamencos y formó un arco de follaje»[4].

Volverá la Universidad Literaria de Zaragoza a sacar los tapices a su fachada con ocasión de la segunda visita del rey, el 29 de abril de 1828, para asistir a la colación del título de doctor honoris causa a su fidelísimo ministro, el turolense y antiguo alumno de la de Zaragoza Francisco Tadeo Calomarde, que había aplicado la más rígida política absolutista para el control de las universidades con su plan de 1824[5]. Y los prestará para vestir una de las salas del palacio arzobispal, donde se alojará Alfonso XII cuando venga en octubre de 1882 a inaugurar el comienzo de las obras del ferrocarril a Canfranc.

Para entonces debía de haber adquirido ya los once tapices que forman su colección, de los que uno será destruido por un incendio en 1988. Los más importantes han empezado a ser restaurados desde mediados de los años noventa[6].

Debió de ser poco después de los Sitios cuando la universidad compró una interesante lámpara estilo Carlos IV, de cristal tallado, con seis centros de luces y tres pisos de colgantes, que es la más antigua de las que posee, aunque desmontada.

Las obras artísticas que adornaban la antigua universidad

Pasaron bastantes años hasta que pudo ser reconstruido el edificio de la universidad, cuyas fachadas se hallaban muy dañadas tras los dos asedios de las tropas francesas. La nueva fue proyectada en 1846 por el arquitecto madrileño Narciso Pascual y Colomer y se debió de concluir cuatro años después. La fachada principal era de una sobria composición inspirada en las de algunos palacios romanos del siglo XVI, con un frontón curvo como remate central en la cornisa. En la Memoria del curso 1858-59 se aludía a la nueva universidad y su fachada: «Cuenta ya la Universidad con una elegante fachada principal, una hermosa y espaciosa sala rectoral, despachos y oficinas con su correspondiente archivo, algunas cátedras habilitadas»[7].

En 1912 esta fachada será reformada por completo y embellecida con molduras y relieves de formas vegetales por Luis de la Figuera, según proyecto de Ricardo Magdalena, fallecido poco antes.

Nada ha quedado del edificio de la universidad de la plaza de la Magdalena, salvo las obras que adornaban el Rectorado, el Teatro o Paraninfo, la Biblioteca y la Capilla (lo último en derrumbarse en 1973, ante la indiferencia de los responsables de las instituciones) y algunas fotografías y descripciones[8]. En su solar se construirá a continuación el Instituto de Bachillerato Pedro de Luna[9].

Una breve pero muy precisa descripción es la de Mariano de Cavia, quien, con veintitrés años (luego será brillante periodista en Madrid), elogiaba con donosura las mejoras realizadas por el rector Borao en la Biblioteca y en el Paraninfo, que dice estaba decorado por pintores que residían en París y Zaragoza, y en cuyos muros había «una bella colección de bustos de hombres célebres y otra de buenos retratos de los personajes que más han favorecido la Universidad; a los dos lados de la puerta principal se han puesto sendas lápidas de mármol donde en letras de oro se consignan los fastos universitarios, habiéndose sustituido en la parte exterior de dicha puerta, con artísticos panales primorosamente esculpidos, las desnudas tablas de antaño; y por fin, en la techumbre se ha abierto una gran lucerna por donde la claridad cenital ilumina el recinto del Paraninfo, severo al mismo tiempo que elegante»[10].

Muchos años después, el que fue rector de la universidad a comienzos de la década de 1940, Miguel Sancho Izquierdo, recordaba el Paraninfo de sus tiempos de estudiante de Derecho, muy poco reformado: «tenía planta de salón con bóveda rebajada de cañón en la que se abrían las claraboyas que le daban luz. Gran parte de la sala la ocupaba una amplia plataforma o estrado; en el resto, corría a lo largo de sus lados una galería de dos filas con barandilla y sendas escalerillas de acceso, quedando el centro para bancos o sillas, más las tribunas que en los muros se abrían. Ornaban, además, estos muros numerosos retratos de personajes destacados de nuestra Universidad, o en general del mundo científico o literario»[11].

Los citados retratos pintados serían algunos de los más antiguos que conserva la universidad. De la bella colección de bustos, que ya no existía cuando era estudiante este rector, sí que conocemos a quiénes representaban, que nada tenían que ver con la Universidad de Zaragoza, y la curiosa historia de su colocación en el Paraninfo. Se trataba de bustos de escayola de Cervantes, Fernando de Herrera, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Agustín Moreto, Leandro Fernández de Moratín y los de dos célebres actores dramáticos de las primeras décadas del siglo XIX, Isidoro Máiquez y Rita Luna, que triunfaron en el Principal de Zaragoza y a los que retrató Goya. Los compró el rector Borao en febrero de 1869 y procedían del antiguo Liceo Artístico de Zaragoza (en el palacio de Zaporta, o de la Infanta), que había sido el hogar principal del romanticismo zaragozano, donde había velado sus poemas de juventud el propio Borao[12].

Se adornaba el Paraninfo con similar criterio alegórico y parecidos objetos y contenido a los de otras universidades, como el de la Complutense en la madrileña calle de San Bernardo, inaugurado en 1855, que fue decorado con pinturas de Espalter y esculturas de Ponciano Ponzano, o, por ejemplo, el de la Central de Barcelona, del que anticipaba en 1865 el historiador y político Víctor Balaguer, cuando estaba todavía en construcción, que en el Salón de Grados «ha de haber ocho grandes cuadros de los principales hechos históricos que recuerdan las glorias de la patria y tengan relación con la Universidad de Barcelona, y los bustos de nuestras principales ciudades universitarias»[13].

Además de los tapices, no sabemos con certeza qué cuadros había en el despacho y salas del Rectorado, pero seguro que estaba el del fundador, el obispo Pedro Cerbuna, pintado por Nicolás Ruiz de Valdivia en 1862 según el existente en el Seminario Conciliar de Tarazona, adonde viajó para inspirarse. Es algo más que una copia, pues Valdivia mejoró bastante el retrato anónimo, de ejecución mediocre, de 1747, y se convertirá en el retrato oficial de Pedro Cerbuna y modelo a su vez para copias posteriores.

Pero fueron bastantes las pinturas que fue reuniendo la universidad a lo largo del siglo XIX. Aunque por ahora sin fundamento documental, se admite que algunas pinturas de contenido religioso procederían de las desamortizaciones. En los años finales del siglo recibirá en depósito del Estado dos voluminosos lotes.

Las primeras obras que encargó la universidad debieron de ser retratos. Se puede deducir que sería a partir de 1855, cuando, en enero de ese año, fue nombrado rector por primera vez Gerónimo Borao y dispuso que el secretario general abriera un “Registro de las reformas y sucesos notables de la Universidad de Zaragoza.»[14]

En 1876, con ocasión de la renovación del Paraninfo, siendo rector de nuevo Borao, en su tercer mandato, se hace reseña de las pinturas existentes en él, que eran los siguientes ocho retratos: los de Isabel II, Amadeo de Saboya y Alfonso XII (los dos primeros desaparecidos, mientras que el tercero podría ser el que la universidad encargó al pintor Ruiz de Valdivia cuando ya se había trasladado a Madrid,[15] que en la actualidad se guarda en el Instituto Goya de Enseñanza Secundaria Obligatoria), los del jurista Pío Laborda (1856), los de los ministros de Fomento Francisco Luján (1856) y Manuel Orovio (1867) (este último natural de la Rioja y antiguo alumno de Derecho), el del rector Eusebio Lera (1862), donado por sus familiares, y el comentado de Pedro Cerbuna.

Cuando en 1893 se construyó la nueva Facultad de Medicina y Ciencias, su arquitecto Ricardo Magdalena ubicó en la planta principal del edificio el salón del Paraninfo.[16] Parece que su traza se adaptó a la del anterior existente en la vieja universidad. La decoración se organizó con parecida suntuosidad, con retratos de médicos y científicos en relieves de escayola, que recorren la parte alta de los muros interiores, los retratos de los dos promotores de esta nueva facultad, los ministros de Fomento Eugenio Montero Ríos y Segismundo Moret, junto a dos retratos de los reyes de España Sisenando y Enrique IV (en depósito del Estado) y unas espléndidas vidrieras con las alegorías de la Medicina y de la Ciencia como sendas matronas sedentes en tronos, que se encargaron a la casa Dagrant de Burdeos y son, sin duda, las más importantes de su época en Zaragoza.[17]

También en este edificio es donde se concentraron las principales esculturas que conserva la universidad. Las cuatro estatuas de la fachada representan sentados en sillones a dos médicos, Andrés Piquer y Miguel Servet, y a dos científicos, Ignacio Jordán de Asso y Fausto de Elhuyar, esculpidas en piedra de Fonz (el pueblo natal de Cerbuna) las de los extremos por el barcelonés Jaime Lluch, y las centrales, a ambos lados de la puerta principal, o sea, en el lugar más relevante, por el aragonés Dionisio Lasuén, profesor de la Escuela de Artes y Oficios. En dos grandes hornacinas con veneras del rellano de la escalera principal se colocaron las estatuas en pie de Hipócrates, por Lluch, y Arquímedes, por Lasuén. De este mismo autor deben de ser los retratos de científicos, médicos y emblemas de estas ciencias que, en relieves enmarcados en círculos, adornan la parte alta de todo el exterior del edificio.

En 1922 la universidad encargó a Mariano Benlliure la estatua de Santiago Ramón y Cajal como homenaje por su jubilación de la cátedra. La talló en mármol y lo representó sedente y con expresión de severo realismo (siguiendo la moda iniciada unos años antes por Victorio Macho en el monumento a Galdós en Madrid), cubierto con la toga académica y un libro que sostiene sobre la pierna izquierda. Fue inaugurada el 26 de febrero de 1925, en presencia del rey Alfonso XIII.[18] Unos años antes, en 1919, la Facultad de Medicina había encargado el busto de su decano Hipólito Fairén, que esculpió en mármol José Bueno. Se colocó sobre un artístico pedestal en el exterior de la parte posterior de la facultad, frente a la entrada del hospital clínico. Con el traslado a la nueva sede, el busto se llevó a las salas del Decanato.

Las obras artísticas más antiguas que se exhiben en las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras proceden en su mayor parte de la universidad de la plaza de la Magdalena, de donde subieron al nuevo campus de San Francisco en los años de 1940 y 1950, distribuyéndose entre ambos centros, mientras que las de las Facultades de Ciencias y Medicina provienen de su sede común de la plaza de Paraíso, donde se establecieron en 1893.

Continuaremos este recorrido de las primeras obras artísticas que fue reuniendo la Universidad de Zaragoza por su Instituto de Bachillerato y sus escuelas, pues no hay que perder de vista que con el plan de reformas del ministro Pidal en 1845 se suprimieron en nuestra universidad los estudios de Medicina, y con el de Moyano de 1857 se limitó la capacidad docente de la Facultad de Filosofía a impartir el grado de bachiller en Artes y Filosofía, preparatorio para entrar en otras facultades, quedando reducidas las cuatro de Zaragoza a las de Jurisprudencia y Teología.

Hasta después de la revolución de 1868 no se volverá a conferir a la de Filosofía la autorización para otorgar el título de licenciado, y en ese mismo año se abrirá una Escuela de Medicina de segunda clase, del mismo rango que la de Veterinaria.[19]

El Instituto de la Universidad y las primeras escuelas

Además de las obras, ya comentadas, existentes en el pabellón del Rectorado de la antigua universidad, se irán reuniendo con el tiempo nuevas colecciones de objetos y pinturas en el Instituto de Segunda Enseñanza de la Universidad y en las Escuelas Superiores de Veterinaria, Normal de Maestros y Maestras de Huesca y Zaragoza, Comercio y Trabajo.

Se fueron creando en Zaragoza estos centros docentes no universitarios desde mediados del siglo XIX y pasarán a ser incorporados a su universidad como facultades o escuelas un siglo después, algunos, y otros muy recientemente. Pero han llegado a reunir colecciones artísticas con piezas singulares.

Las del primitivo instituto, de cuando formaba parte de la Universidad de Zaragoza y estaba en el mismo edificio, se conservan en la actualidad en el Instituto Goya. Consisten en pinturas: cuatro retratos antiguos, entre ellos uno de medio cuerpo de Amadeo de Saboya, que pudiera ser, como ya se ha dicho antes, el que encargó la universidad y que parece inspirado en el que Antonio Gisbert había pintado (de cuerpo entero y en el Salón del Trono del Palacio Real) para la Universidad Central; y seis depósitos del Museo del Prado: dos pinturas costumbristas de Horacio Lengo y Lamberto Alonso, el retrato del ministro aragonés de Ultramar Tomás Castellano (1896), un amplio paisaje con figura, La riera blanca, de Juan Rabadá (1876), y dos grandes lienzos de los aragoneses Joaquín Pallarés, Abandonados (Roma, 1881), y Pablo Gonzalvo, pintor de perspectivas arquitectónicas, Capilla y sepulcro del Condestable en la catedral de Toledo (1862)[20].

A la vista de la procedencia de las obras reunidas en este catálogo, se puede decir que las primeras colecciones que reunió la universidad fueron de estas escuelas.

Algunas de las piezas y objetos que se compraron, y hoy se incluyen en el catálogo, lo fueron para uso exclusivamente didáctico; cumplido este fin con sucesivas promociones de alumnos, fueron sustituidas por otras y han prevalecido al paso del tiempo por la bondad o rareza de su diseño, por la calidad de su ejecución o por la personalidad de sus autores, cuando se trata de obras escultóricas o pictóricas.

Con similar justificación podríamos haber incorporado al catálogo otros objetos e instrumentos guardados en las Facultades de Medicina, Ciencias y Veterinaria o en la Escuela de Estudios Empresariales, pero los criterios que deben seguirse para su catalogación precisan de otro tipo de ficha, con un cuestionario más técnico que de valoración artística.

Las Escuelas Normales de Maestros de Huesca y Zaragoza

En 1842 se inauguró la Escuela Normal de Maestros de Huesca, dos años después lo será la de Zaragoza, y más tarde, la de Teruel. La de Huesca se ubicó en el desamortizado convento de San Bernardo, cerca de la antigua Universidad Sertoriana, y allí siguió impartiendo las clases hasta 1932, en que se trasladó al actual edificio, hasta hace poco como Escuela Universitaria de Magisterio y ahora como Facultad de Educación[21].

La Normal de Zaragoza pasó al mismo edificio de la universidad en 1881, donde estaba también el Instituto, aunque cada establecimiento con acceso distinto. Disponía, según los inventarios, de una buena biblioteca y materiales didácticos, pero los objetos de carácter representativo se reducían a un retrato de despacho de la reina regente y de Alfonso XIII y a la bandera de la escuela, como tenía la suya cada uno de los centros docentes.[22] Todo el patrimonio artístico es, pues, reciente, posterior a su traslado a la actual sede.

No sucede lo mismo con la de Huesca, que conserva unas pocas obras antiguas, como un gran cuadro de Santo Tomás de Aquino, barroco del siglo XVIII, con marco tallado; un interior de la ermita de Jara, a las afueras de Huesca (1900), del pintor local Félix Lafuente; y dos retratos de directores, de José Beulas (1954).

La Escuela de Veterinaria

Ya a finales del siglo XVIII existía un proyecto de una escuela en Zaragoza auspiciado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, pero no se llevó a cabo hasta 1847. Desde entonces hasta su transformación en facultad en 1943 y la inauguración de su actual sede en 1951, pasó por seis ubicaciones sucesivas. La primera, en la calle Mayor, muy cerca de la universidad y las dos últimas, a la salida de Zaragoza: junto a la puerta del Carmen (en la entonces calle de la Soberanía Nacional, ahora avenida de César Augusto), y a las afueras, pero en el extremo opuesto (al final de la calle de Miguel Servet), rodeada parcialmente por el nuevo tercer cinturón de circunvalación.

Muy pronto encargó la escuela para impartir las clases de anatomía una serie de diecinueve cuadros de caballos, pintados al óleo, de las mismas dimensiones y bastante grandes (73,5 x 101,8 cm), de los que se conservan todos menos uno.

Solamente uno está fechado en 1859 y firmado por el pintor granadino Nicolás Ruiz de Valdivia, pero podemos deducir, por la coincidencia de estilo en la representación de cada variedad equina, que bastantes –si no casi todos– se le pueden atribuir.

Ruiz de Valdivia acababa de llegar a Zaragoza de París el año anterior y residirá aquí más de diez años, en los que tendrá tiempo de dejar una extensa obra pictórica en otras instituciones, empezando por la propia universidad, que le encargará varios retratos, entre ellos el de su fundador, Pedro Cerbuna, y pintura costumbrista entre particulares. Pasará luego a Madrid, donde cultivará sobre todo este género ecuestre, del que fue un reconocido especialista[23].

Muy satisfecha quedó la escuela con este flamante material didáctico, que desde hace ya unas décadas adorna seminarios y despachos de la facultad, pues en la preceptiva Memoria del curso 1860-61 que entregó el director al rector de la universidad se describía así esta serie equina: «para estudiar anatomía se contó con piezas de cera y cartón piedra, y para el exterior del caballo, de la elegante colección de cuadros pintados para ver los diferentes colores de los pelos o capas»[24].

Otra de las piezas didácticas más útiles y sobresalientes, ahora en el museo de la Facultad de Veterinaria, es el caballo clástico de cartón piedra, de fabricación francesa, que fue comprado a finales de 1865. El redactor de la relación lo describía con orgullo entre otras figuras de animales: «un caballo de cartón-piedra, obra magnífica, compuesta de infinidad de piezas, y en la que se pueden estudiar aisladamente todos los órganos, hasta en sus más mínimos detalles».

Se sabe también por la Memoria de 1863-64 que la primera galería de retratos de esta escuela de Zaragoza era una de fotografías de los profesores de las escuelas de veterinaria de España (que eran cuatro: Madrid, Córdoba, Zaragoza y León), aunque no se ha conservado.

De época fundacional son también unos bustos en escayola pintada. La mayoría corresponde a personajes relacionados con la veterinaria, pero hay uno que destaca por su ubicación y porque se conoce su autor. El busto corresponde a Antonio Gil y Zárate (1793-1861) y fue modelado en escayola en 1853 por el escultor académico Sabino de Medina, con fina ejecución neoclásica. A primera vista, sorprende encontrar en la Facultad de Veterinaria el busto de un literato y notable autor dramático, ajeno a los estudios que se imparten en dicho centro. Pero conviene recordar que, cuando se fundó la escuela, Gil y Zárate era director general de Instrucción Pública y un reformador de la enseñanza en todos sus niveles. Luego pasará a ser subsecretario en los ministerios de Comercio, Instrucción Pública y Obras Públicas.

Estos bustos estuvieron siempre en la biblioteca de la antigua Escuela de Veterinaria, pues era costumbre utilizarlos como adorno en las bibliotecas de establecimientos docentes y científicos del siglo XIX.

La Escuela Superior de Comercio

Se creó en 1887 como consecuencia de la fundación un año antes de la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza. Ha sido el origen de la actual Escuela Universitaria de Estudios Empresariales y sigue ocupando el mismo edificio al que se trasladó en 1909, compartido desde el principio con la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela de Industrias.

Conserva de la antigua un objeto tan entrañable como el rótulo de su fachada, que reza: Escuela Superior de Comercio en letras negras sobre fondo blanco, esmaltadas sobre una lámina de metal incurvada.

También ha ido haciendo una galería de retratos de sus directores, incompleta y de calidad desigual: solventes los más antiguos, y excelentes los dos retratos pintados por Marín Bagüés, tanto el de Félix Correa (1957) como el de Antonio Bruned Mompeón (1958), este último director del periódico Heraldo de Aragón.

Guarda el único retrato oficial de Alfonso XIII existente en la universidad, al que se representa sentado con pose de naturalidad y con uniforme azul celeste del Regimiento de Lanceros del Rey, 1.º de Caballería, con acuartelamiento en Zaragoza. Fue pintado, seguramente en 1925 con ocasión de la visita del rey a la universidad, por Enrique de Gregorio, que había sido pensionado en París en 1897 por el Ayuntamiento de Zaragoza, y que a su regreso será profesor de dibujo y de los talleres de pintura de la Diputación en el Hospicio Provincial.

La Escuela de Ingeniería Técnica

Sus orígenes se remontan a la Escuela de Artes y Oficios, que venía a sustituir a la declinante Escuela de Bellas Artes, como había sucedido con otras en España. El primer curso se inauguró en octubre de 1895 y las clases se impartieron en los semisótanos de la recién inaugurada Facultad de Medicina y Ciencias hasta 1909, en que pasaron a la actual sede de la Escuela de Artes Aplicadas, en la plaza de los Sitios. Aunque siguieron compartiendo sede, los estudios empezaron a diversificarse en dos secciones: la artístico-industrial y la científico-industrial. Se diferenciará más todavía cuando pase a llamarse Escuela Superior de Trabajo y cuando, cincuenta años después, estrene nueva sede en la calle Corona de Aragón, con el título de Escuela de Peritos Industriales. Aquí permanece otros cincuenta largos años, desde 1945 hasta el curso 2001-02, en que se traslada al Centro Politécnico Superior[25].

Probablemente de aquellos primeros años de cohabitación con las enseñanzas artísticas procede el cuadro que ha conservado siempre la escuela en el despacho de la dirección, titulado Batalla de Puente Milvio, una efectista puesta en escena barroca, de finales del siglo XVII, con una representación multitudinaria de la histórica batalla que el emperador Constantino ganó bajo el signo de la cruz, como dice la leyenda.

Como se verá en el catálogo, su colección se limita a dicho cuadro y a cuatro retratos de directores pintados por Francisco Marín Bagüés. Son de lo mejor de este género en Zaragoza en la inmediata posguerra por la sobriedad, acierto de las fisonomías y belleza de los colores ocres, dorados y marrones. Estaba el pintor en el umbral de la vejez, pero en la cúspide de su lucidez pictórica.

El de Teófilo González Berganza, profesor de Mecánica y Termotecnia y director de la escuela desde 1921 hasta 1937, en que falleció de accidente, lo pintó en octubre de ese mismo año, seguramente después de su muerte.

Los otros tres fueron un encargo de José Sinués Urbiola, el nuevo director de la escuela (de 1941 a 1964), profesor de Geografía, Historia (su especialidad), Economía y Legislación Industrial, y protector de Marín Bagüés desde sus tiempos de director general de la Caja de Ahorros, pero del que no dejó su retrato por fallecer antes el pintor.

El de Gaudencio Gella, profesor de Física, Química, Electroquímica y Electrometalurgia y director de 1939 a 1941, es uno de los más poéticos por haber representado un vaso con un líquido azul junto a una ventana abierta a un paisaje. Lo fechó en junio de 1941.

En noviembre de ese mismo año pintó Marín Bagüés el de Ladislao Cabetas, uno de los primeros profesores de la escuela, de Trigonometría y Topografía, y su director de 1900 a 1902.

El del arquitecto Luis de la Figuera, director de 1937 a 1939, en que cesó tras su jubilación, lo pintó en mayo de 1942 y, como casi todos, con los objetos representativos de su actividad docente como profesor de Dibujo y de Estereotomía y Construcción y, en este caso, además, con la mascarilla de Beethoven colgada de la pared, alusiva a su afición musical. En 1912 había dirigido las obras de reforma de la fachada de la universidad de la plaza de la Magdalena.

La Residencia Universitaria de Jaca

Se inauguró en 1929 como sede de los Cursos de Verano para Extranjeros de la Universidad de Zaragoza, que se habían empezado a impartir dos años antes en otros locales. Son los pioneros de los que irán creando sucesivamente las demás universidades españolas. La iniciativa fue el resultado de una circunstancia histórica: la inauguración un año antes, en 1928, del ferrocarril a Francia desde la estación internacional de Canfranc y el túnel que lo hizo posible, y también de la visión europea y la voluntad de Domingo Miral (1872-1942), catedrático de Teoría de la Literatura, Bellas Artes y Lengua Griega y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, para organizarlos.

La ciudad de Jaca, como expresión de gratitud, encargó en 1933 al escultor Félix Burriel la realización de su retrato de busto en bronce. Pero no se puso en el centro del patio interior de la Residencia por expreso deseo de Miral hasta después de haber fallecido, colocándose en 1942 sobre un sencillo pedestal con la dedicatoria de la ciudad. El original en yeso se guarda en la Facultad de Filosofía y Letras. Cada curso de verano se celebra alrededor de esta escultura un sencillo acto llamado día del Recuerdo, en su homenaje, que primitivamente se hacía coincidir con la festividad, el 8 de agosto, de su patrón, Santo Domingo de Guzmán.

La Facultad de Derecho, sede del Rectorado

El domingo 14 de octubre de 1945 se inauguraba con gran solemnidad institucional la Facultad de Derecho en el nuevo campus de San Francisco. Durante más de veinticinco años será también la sede del Rectorado y allí se reunirán las obras artísticas de la vieja universidad de la plaza de la Magdalena; entre ellas, los retratos de rectores, presididos por el del fundador Pedro Cerbuna, y la colección de tapices. Aquel año, siendo rector Miguel Sancho Izquierdo, se encarga a Francisco Marín Bagüés el cuadro de altar con la efigie del patrón de la Facultad, San Raimundo de Peñafort, para la pequeña capilla, que firmó y fechó el 14 de septiembre (un mes antes de la inauguración). Un lienzo espléndido de color, de luz y empastes en blanco y cremas del hábito, en el que, además de la figura en pie del santo mercedario, incluyó en clave de alegoría hagiográfica una naturaleza muerta con objetos sobre una mesa ante la ventana, y a través de ésta, un paisaje de marina con el santo navegando milagrosamente sobre su capa, como referencia a sus numerosos viajes al norte de África para rescatar cautivos de los musulmanes. El marco, tallado y dorado al modo tradicional, fue realizado en el taller de los hermanos Albareda de Zaragoza.

La galería de retratos de la Universidad

Es su más abundante colección de pintura de los siglos XIX y XX, que se ha ido incrementando paulatinamente con los retratos de los sucesivos rectores y decanos. Comparativamente con las galerías de otras instituciones de Zaragoza, la de la universidad, junto con la de arzobispos del palacio arzobispal, es la más extensa y, por supuesto, la de mayor calidad artística en su conjunto.

Son 128 los retratos de rectores, decanos de facultades, directores de escuelas y personalidades de la política que figuran a fecha de junio de 2004 en este catálogo del patrimonio artístico de la Universidad de Zaragoza.

Como es habitual en las galerías de efigies de las instituciones, la calidad artística presenta altibajos. Los aciertos y logros artísticos dependen del pintor y del sistema seguido en su elección, condicionado a su vez, casi siempre, por el precio aprobado por el órgano de gobierno del centro universitario que encarga el retrato.

Como es sabido, el XIX es el siglo del esplendor final del retrato pintado, desplazado poco a poco por la fotografía. Era el género más difícil para un pintor, en el que demostraba sin trampa ni subterfugios sus dotes de artista ante un modelo que, generalmente, posaba pocas y breves sesiones ante su caballete, y del que tenía que lograr, de entrada, el parecido físico y la armonía de las partes y complementos de la figura, y, como toque definitivo, la vivacidad y expresión del carácter del retratado.

A lo largo del siglo XIX se pintaron sólo retratos de rectores, de muy pocos, y de algún ministro por su estricta relación con la universidad, además de los oficiales de los monarcas reinantes. Éstos son precisamente los que no se han conservado, pues algunos padecieron los azares de sus destinos políticos, o, en el caso de los reales, fueron sustituidos por los de su sucesor y se perdió su paradero.

Así, por ejemplo, se sabe que los estudiantes quemaron en 1808 el retrato de Godoy, que estaba en el Paraninfo, después del motín de Aranjuez y de su huida de España. Algo parecido debió de suceder con el retrato de Isabel II tras la revolución de septiembre de 1868. Sabemos que se lo había encomendado la universidad a Ruiz de Valdivia en 1863 y que le pagó 2.500 reales. También le encargó el de Amadeo de Saboya, que, como se ha sugerido antes, probablemente sea el que existe hoy en el Instituto Goya. Del de Alfonso XII, encargado por el claustro a Félix Pescador, hijo del prestigioso escenógrafo Mariano, se sabe que se colocó en 1875 en el despacho del rector, pero se desconoce su paradero posterior.

En las líneas que siguen sólo se hará referencia a los pintores que firmaron buenos retratos universitarios. Esta galería de efigies comprende retratos de rectores (en el Paraninfo desde hace unos diez años), políticos, decanos de las Facultades de Ciencias, Derecho, Medicina, Filosofía y Letras y Ciencias Económicas y Empresariales, y directores de las Escuelas de Empresariales y de Ingeniería Técnica. En el análisis de las obras pueden distinguirse tres épocas, en las que se hicieron los mejores retratos.

La primera época corresponde a la segunda mitad del siglo XIX. En ella destacan los nombres de un zaragozano, Bernardino Montañés (1825-1893), de un granadino de Almuñécar, Nicolás Ruiz de Valdivia (1829-1880), y de un alicantino, José Gonzálvez (Elche, 1837-Zaragoza, 1897).

En esta etapa la universidad encargó algunos retratos a profesores de la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza, como Bernardino Montañés[26], que, además de ser su secretario y director desde 1886, impartía la clase de Dibujo de Adorno y de Anatomía Pictórica, o José Garnelo, profesor de Dibujo de Figura, quien, recién llegado de Roma, cubrió durante unos pocos años la vacante de Montañés tras su fallecimiento, antes de marchar a Barcelona.

José Gonzálvez había llegado en la década de 1860 a Zaragoza, donde fue académico de la de San Luis y profesor de la Escuela de Bellas Artes, pero vivió de su trabajo de pintor de retratos por encargo de instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación Provincial y el palacio episcopal de Tarazona, o particulares de la ciudad. Es, por tanto, uno de los autores con más obras firmadas para estas iconotecas[27]. La universidad le encomendó los más importantes, como fueron dos del que fue su más prestigioso y famoso rector, Gerónimo Borao. Ambos están fechados después de haber fallecido en 1878, en el ejercicio de su cargo. El de menor tamaño, de 1880, vistiendo levita y con una condecoración en la solapa, es de muy buena calidad, en la línea de los retratos de Federico de Madrazo. El mayor, con el traje académico de rector y sentado en el sillón correspondiente a su cargo, está inspirado en el primero y lleva una elogiosa dedicatoria de los claustros de las facultades que acordaron ofrecer este permanente recuerdo póstumo al que había sido su compañero y superior: «Alumno insigne, maestro celoso, rector de esta escuela y director general de Instrucción Pública».

Pintó también Gonzálvez los retratos del ministro de Fomento Segismundo Moret para el Paraninfo de la nueva Facultad de Medicina y Ciencias, por haber sido quien restableció los estudios de Ciencias Químicas, Físicas y Matemáticas, y, en 1896, el del penúltimo ministro de Ultramar, Tomás Castellano, de uniforme, miembro de una acaudalada familia de Zaragoza y alumno de esta universidad. El original fechado cuelga en la sala de profesores del Instituto Goya, y se conserva una copia (sin firma ni fecha, como era habitual) en el Rectorado. También para la nueva Facultad de Medicina pintó Gonzálvez el retrato del decano Salustiano Fernández de la Vega (1894).

De Juan José Gárate (Albalate del Arzobispo, 1870-Madrid, 1939), activo pintor de temas regionales y buen retratista, no conserva la Universidad de Zaragoza más que el retrato de un profesor (de nombre desconocido) en la Facultad de Derecho, fechado en 1924, y de fina factura en el dibujo y el color. Curiosamente, este aragonés será el que más retratos pinte para la Universidad Complutense, de rectores y, sobre todo, de decanos de Derecho (la mayoría a partir de fotografías)[28], después de que se estableciera en Madrid en la década de 1910, desde donde debió de pintar este de Zaragoza.

La segunda época comprende las décadas de 1940-1960 e incluye a los dos mejores retratistas aragoneses de entonces, Francisco Marín Bagüés (Leciñena, 1879-Zaragoza, 1961) y Luis Berdejo Elipe (Teruel, 1902-Barcelona, 1980), y al santanderino Ciriaco Párraga (Torrelavega, 1902-Bilbao, 1973).

Los retratos de rectores y decanos pintados por los dos primeros constituyen el conjunto más logrado de esta galería después de los de finales del siglo XIX. De los tres citados, destaca por número de obras y calidad Francisco Marín Bagüés. Se pueden distinguir dos estilos diferentes. El que se observa en los cuatro retratos de tamaño menor, ya comentados, de los directores de la Escuela de Ingeniería Técnica (fechados entre 1937 y 1942), y el que se aprecia en obras posteriores a 1945. Desde ese año hasta 1958 realizó otros seis retratos de cargos universitarios. A partir de antiguas fotografías, los de los rectores Mariano Ripollés y Baranda (1900-1907) y José Nadal (1879-1884), muy bien resueltos por el color y solidez de ambas figuras. Del natural, el del rector Miguel Sancho Izquierdo, el del decano de Derecho José Guallart y los de los citados directores de la antigua Escuela de Comercio (hoy de Estudios Empresariales) Félix Correa y, ya póstumo, el de Antonio Mompeón. Son retratos de vibrantes colores puros aplicados con abundantes y espesos empastes con los que modela rostros, manos y objetos.

Aunque Ciriaco Párraga sólo dejó dos retratos de rectores, los de Antonio de Gregorio Rocasolano y Gil Gil y Gil, ambos pintados en 1944, a partir de fotografía el primero, demostró con creces sus dotes de muy buen retratista en el estilo de veraz realismo de la posguerra, lo mismo que en otros para instituciones de Zaragoza. De su contradictoria personalidad política y de su estancia aquí, después de pasar por diversas cárceles, desconocemos casi todo, excepto su frecuente participación en exposiciones individuales y colectivas desde 1941, como en las de la Peña Niké, la célebre tertulia literaria y artística, con la que expuso en 1944, la trémula y cadavérica imagen del rector Gil y Gil.

Del pintor Luis Berdejo, que había sido becario en Roma de 1931 a 1936 y que se estableció en Zaragoza en los años cuarenta, en los que se dedicará principalmente al retrato para particulares, siempre con su sello de calidad y de modernidad clásica poscubista, tiene la universidad un solo retrato, el del rector Paulino Savirón (1944), que resume su estilo y el del realismo severo de la pintura española de posguerra.

También cabe incluir por la frecuencia de sus trabajos para la universidad en los años que siguieron a la guerra civil a un pintor aficionado e hijo de pintor, el médico José Balasanz (Zaragoza, 1885-1952), que convirtió el arte del retrato institucional en discreto oficio de supervivencia (gracias a la mediación de su consuegro Luis del Valle, decano de Derecho), debido a su condición de represaliado político que le imposibilitaba ejercer la medicina. Suyos son, por ejemplo, los cuadros de los patronos de las Facultades de Filosofía y Letras, San Isidoro de Sevilla (1947), y de Veterinaria, San Francisco de Asís (1948), y de decanos de varias facultades.

En la tercera etapa y más reciente, la galería de rectores y decanos ha contado entre sus firmas con las de algún veterano especialista en este tipo de retratos como Guillermo Pérez Bailo (Zaragoza, 1911-Tarragona, 2000) y José Baqué Ximénez (Zaragoza, 1912-1999) y las de pintores en activo como Pedro Giralt (Zaragoza, 1943), Natalio Bayo (Épila, 1945), José Luis Cano (Zaragoza, 1948), María Ángeles Cañada (Zaragoza, 1951) y José Cerdá (Buñales [Huesca], 1961).

Pérez Bailo, afincado en Barcelona al finalizar la guerra, fue ante todo un experto dibujante, tanto para ilustraciones y encargos publicitarios como para retratos, y esa calidad y la de saber interpretarlos al óleo sin modelo, a partir de fotografías antiguas, constituye su mérito principal.

Su coetáneo Baqué Ximénez realizó la pintura mural sobre madera para el presbiterio de la capilla de la Facultad de Medicina, con el tema de la Virgen rodeada de ángeles músicos sobre un paisaje de colinas y árboles (1966), en un estilo simplificado poscubista, con influencias de Vázquez Díaz y Villaseñor, y el retrato del rector Juan Cabrera (1977), ya en su posterior estilo de colorido expresionista. Pero de su colección particular es un cuadro de iconografía universitaria poco frecuente titulado Hombre clástico (1947), que representa al escultor de anatomía modelando piezas de disección y, en primer plano, el maniquí de un hombre con las formas desmontables de las distintas partes del cuerpo. Como curiosa ambientación, el estudio de este profesional de la plantilla de la universidad aparece representado en uno de los torreones de la antigua Facultad de Medicina[29].

A estos nombres de buenos retratistas hay que sumar los de otros históricos: el valenciano José Garnelo (1866- 1945), Joaquín Pallarés (Zaragoza, 1853-1935) –autor de los retratos de los rectores Ramón Pignatelli, a partir del modelo de alguna de las copias del desaparecido de Goya, y Domingo Miral–, Juan José Gárate (Albalate del Arzobispo, 1870-Madrid, 1939) y Luis Gracia (Zaragoza, 1871-1961), los también valencianos Elías García –profesor de Dibujo de la Escuela de Artes y Oficios y autor de retratos institucionales, entre ellos los de dos decanos de la Facultad de Medicina– y José Luz Corvinos, dibujante de la Comandancia Militar de Obras, que llegó a Zaragoza en 1932, donde realizó abundantes retratos para recomponer galerías institucionales, o Alberto Duce (Zaragoza, 1915-2003), que pintará los de dos decanos de la Facultad de Medicina.

La nueva generación de autores de retratos pintados, puede dividirse en dos grupos: los ocasionales, por elección personal del retratado, y los cinco artistas de referencia frecuente para los responsables de los centros, Giralt, Bayo y Cano (que formaron el renombrado grupo Azuda de los nuevos pintores aragoneses de los años setenta) y María Ángeles Cañada, continuadora de la academia paterna de pintura y de la tradición del retrato, y Pepe Cerdá que ha pintado los últimos para las Facultades de Derecho, Filosofía y Letras y Ciencias Económicas y Empresariales.

Los depósitos de pintura del Estado en la universidad

Era práctica habitual del Estado distribuir cuadros antiguos guardados en los almacenes de sus museos o premiados en las exposiciones nacionales entre las sedes de la administración política, museos provinciales o centros de enseñanza de las capitales españolas. En la Universidad de Zaragoza se depositaron veintitrés pinturas.

Son de contenido religioso, retratos de reyes, grandes cuadros con escenas de la historia de España y un paisaje. Desde hace muchos años se hallan repartidos entre el Paraninfo y las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias y Medicina[30].

Estas obras se depositaron en la Universidad de Zaragoza, por medio del Museo del Prado, en los lotes y años que se indican a continuación.

1884

Ocho cuadros: cuatro anónimos españoles del siglo XVII de tema religioso: Santa Teresa de Jesús convirtiendo a una endemoniada, San Juan de Capistrano, San Francisco de Paula y San Jerónimo, y cuatro cuadros de historia: Los Amantes de Teruel (1857), de Juan García Martínez, Heroica defensa de la torre de San Agustín (1884), de César Álvarez Dumont, Muerte de don Pedro I, el Cruel (1883), de Arturo Montero Calvo, y Gladiador victorioso ofreciendo sus armas a Hércules (1884), de Andrés Parladé, conde de Aguilar.

1885

Un cuadro: Guzmán el Bueno (1884), de Salvador Martínez Cubells.

1893

Trece cuadros: de ellos siete de los siglos XVII y XVIII: Presentación del Niño Jesús en el Templo, Reconstrucción del Templo de Jerusalén (Proyecto de un templo) y Retrato de una infanta niña, anónimos italianos; Los sacrificios de la Ley y triunfo de la eucaristía sobre la idolatría, copias de Rubens realizadas por David Teniers III; Paisaje con ruinas, de Michele Pagano; y Retrato de la reina María Luisa Gabriela de Saboya, anónimo español; y otros cinco cuadros de autores españoles del siglo XIX: El rey Pedro I (1849), de Germán Hernández Amores, El rey Sisenando (1856), de Bernardino Montañés, El rey Enrique IV (mediados del XIX), de Casimiro Sainz (los tres pintados para la serie de los reyes de España destinada al Museo Nacional de Pintura y Escultura, que terminó dispersándose); Impresión de lluvia (1887), de Manuel Ramos Artal, y El doctor Fausto (1890), de Miguel Hernández Nájera.

1896

Un cuadro: El emperador Leopoldo I de Austria, anónimo del siglo XVII.

 

Incremento de las obras artísticas en la Universidad de Zaragoza

Al recorrer el catálogo de la colección de obras artísticas que ha llegado a reunir la Universidad de Zaragoza en este umbral del siglo XXI, podemos percibir que hubo una decidida voluntad de completar con algunas efigies la galería de rectores y de convertir en norma encargar el retrato del precedente. Lo mismo sucede con las galerías pictóricas de decanos de las Facultades de Filosofía y Letras y Derecho.

Aunque parezca una contradicción, todo esto empezó a ponerse en práctica en los años de carencias básicas de la inmediata posguerra. El repentino interés por retratos pintados o modelados venía a coincidir con el súbito desarrollo del mercado de pintura en Zaragoza en los primeros años de la década de 1940 y con el deseo de recomponer una nueva imagen de la universidad a través de algunos de sus miembros más prestigiosos, en la que la nómina de profesores y estudiantes, ausentes por las consecuencias luctuosas de la contienda o por la represión posterior, era cuantiosa y notoria.

La Facultad de Filosofía y Letras encargó en los primeros años cuarenta retratos en busto o relieve al escultor Félix Burriel (Zaragoza, 1888-1976), a quien podemos definir como el artista que representaba en Zaragoza la modernidad de la escultura, aprendida en París en la década de 1920. El elevado número de obras que le encargó la universidad en pocos años demuestra que fue el escultor preferido más solvente.

En 1933, como se ha dicho, había modelado el busto de Domingo Miral para la Residencia Universitaria de Jaca, donde se instaló en 1942. Dos años antes había tallado los relieves de las dos parejas de soldados del monumento a los estudiantes muertos en la guerra civil, que se colocó a la entrada del nuevo campus de San Francisco, donde permaneció hasta que en 1981, por acuerdo de Junta de Gobierno, fue desmontado y entregado a la Capitanía General, que lo trasladó al recinto militar del Centro de Mando en San Fernando de Torrero en Zaragoza.

Para la Facultad de Letras modeló dos grandes bustos del arabista Miguel Asín y Palacios (1946) y del historiador Eduardo Ibarra (1947), que, fundidos en bronce, se colocaron sobre pedestales en los jardincillos de la fachada, y, en 1960, los retratos en relieve de los historiadores Manuel Serrano Sanz y Andrés Giménez Soler.

Tuvo también su retrato en relieve el bibliotecario y archivero de la universidad y escritor Gregorio García-Arista, modelado en 1941 por el escultor zaragozano Antonio Bernardos.

En 1983 el escultor Pablo Serrano donó un busto en bronce de Juan Ramón Jiménez, en agradecimiento por el título de doctor honoris causa con que lo distinguió la Universidad de Zaragoza. Es copia del que había realizado en 1971 para el campus de la Universidad Nacional de Puerto Rico, y se conserva otra en la ciudad de San Roque (Cádiz).

Ante la entrada del edificio de la sección de Matemáticas se instaló en noviembre de 2000, coincidiendo con la celebración del Año Internacional de las Matemáticas, una escultura en madera del artista australiano John Robinson, titulada Creación, que consiste en tres grandes cuadrados de madera entrelazados que evocan los anillos matemáticos de Borromini. Fue donada con motivo de su exposición, junio de 1991, en el Paraninfo de la universidad[31].

En diciembre de 2003 se colocó en el vestíbulo del Paraninfo un busto en bronce del naturalista y oceanógrafo Odón de Buen, realizado por Mariano Benlliure en 1928. Fue un obsequio del Ayuntamiento de Zuera (pueblo natal de este científico) a la universidad. Se trata de una copia del que existe en el Colegio Público Odón de Buen de aquella localidad.

Frente a este busto se encuentra desde marzo de 1995 el de José Martí, escritor e impulsor de la independencia de Cuba, que fue alumno de esta universidad durante los años 1873 y 1874, en la que obtuvo los grados de licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras. Su efigie se fundió a partir de uno de los modelos existentes en los centros de enseñanza de la República de Cuba.

De las exposiciones que en los espacios de este edificio se han ido promoviendo por la universidad proceden otras pequeñas piezas escultóricas, objetos de instalaciones y relieves, donados por sus autores.

Los centros universitarios creados en los últimos treinta años han ido haciéndose con sencillas colecciones de pintura y sobre todo de obra gráfica, con las que han decorado salas y pasillos. El conjunto más interesante, por abundar la pintura, es el de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, seguido por los de la Escuela de Estudios Sociales y la Facultad de Educación de Zaragoza. La mayoría son adquisiciones a jóvenes artistas aragoneses contemporáneos y a los históricos creadores de la abstracción, como Santiago Lagunas, Juan José Vera, Daniel Sahún y Julia Dorado, y se ubican en diferentes facultades y escuelas.

Un considerable número de obras sobre papel, más de sesenta, adquirió el campus de Huesca para el entonces Colegio Universitario, ahora Facultad de Humanidades, y para el Colegio Mayor Universitario Ramón Acín. Están representados casi todos los jóvenes artistas oscenses de la década de 1980, como Vicente Badenes y Alberto Carrera (con el mayor número de obras), José María Durán, Teresa Salcedo, Enrique Torrijos, etc., y los veteranos José Beulas, Juan José Vera y Juana Francés, ya fallecida.

El campus de Teruel, sucesor del originario Colegio Universitario, ha ido reuniendo en su nueva Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales y en otros centros, como el Colegio Mayor Pablo Serrano, una pequeña colección de obra gráfica y algunas pinturas, de las que cabe destacar un lienzo con barcos fondeados del siglo XVIII. Su función principal es decorar las salas de los nuevos edificios de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. También cabe mencionar una escultura de contenido alegórico, en hierro forjado, colocada sobre pedestal de hormigón en uno de los jardines, obra del escultor turolense José Gonzalvo, en 1974.

Entre las últimas adquisiciones más destacadas de la Universidad de Zaragoza, hay que reseñar, por la importancia de algunas obras, la compra que realizó la Facultad de Derecho en octubre de 1979 de una selección de treinta y tres aguafuertes, litografías, linóleos y pinturas a la cera, que incluía piezas históricas, como cinco grabados de Francisco Marín Bagüés (de hacia 1919-20, comprados en el mercado de antigüedades), una litografía de Santiago Lagunas de 1950, con una composición abstracta, y otros trabajos de Antón González (cuatro pinturas a la cera), Antonio Fernández Molina, Maite Ubide, de la Hermandad Pictórica Aragonesa, Julia Dorado, Francisco Simón o Francisco Cortés.

Puede destacarse como última incorporación de obras artísticas la donación a la universidad que en 1998 realizó doña Araceli Galofre, viuda del dibujante, de ascendencia zaragozana, Luis Sanz Lafita (Olot, 1902-Barcelona, 1996). Además de alumno de la Universidad de Zaragoza, por la que se licenció en Químicas, Sanz Lafita fue principalmente un ilustrador: con el seudónimo de Rodio trabajó en publicidad comercial y colaboró en periódicos y revistas de ámbito local y nacional, sobre todo, desde 1940 hasta su jubilación, en el diario La Vanguardia de Barcelona.

Consistió este legado en una colección de 301 dibujos, gouaches, impresos y un óleo. Aunque sus obras no se incluyen en el catálogo, se conservan en la Biblioteca de la universidad. Sí que figura el retrato que del joven Sanz Lafita pintó en 1926 su amigo el artista Martín Durbán en el estudio que compartían en Zaragoza[32].

El Consejo Social

Creados por ley en 1983 los Consejos Sociales de las universidades españolas, en el de la Universidad de Zaragoza se han sucedido cuatro presidentes. Ha sido con los dos últimos, Ramón Alfonso Galiana y Ángela Abós Ballarín, con quienes se ha iniciado la costumbre de encargar una obra para ser serigrafiada y utilizada como obsequio protocolario para las navidades, y de adquirir a la vez un óleo de cada artista elegido. Desde 1994 ha reunido una colección de once pinturas de Pepe Cerdá, Jorge Gay y Juan José Vera, durante la presidencia de Ramón Alfonso, y de José Luis Lasala, Natalio Bayo, Pilar Urbano, José Luis Cano y José Beulas siendo presidenta Ángela Abós.

Éstos son algunos de los momentos más relevantes en la historia de la colección de obras artísticas de la Universidad de Zaragoza. En el catálogo que se ofrece a continuación se incluyen 675 obras, que constituyen en la actualidad su patrimonio histórico-artístico. También puede consultarse en la dirección de internet www.unizar.es, donde, en lo sucesivo, se dará noticia de las incidencias y las incorporaciones de aquellas obras que vayan incrementando esta colección de la Universidad de Zaragoza.

 



[1] Traducción de la profesora de Filología Clásica María del Mar Agudo. Fue publicada en el opúsculo Conmemoración del CCCCL aniversario de la fundación de la Universidad de Zaragoza, 1542-1992 (1992), Zaragoza, Vicerrectorado de Extensión Universitaria.

[2] Ángel San Vicente y Eliseo Serrano (comisarios) (1997): Memorial de la Universidad de Zaragoza por Pedro Cerbuna de Fonz en el IV centenario de su muerte, 1597-1997, catálogo de la exposición, Zaragoza, Universidad de Zaragoza.

[3] José Antonio Almería, Cristina Giménez, Concha Lomba y Carmen Rábanos: «El Patrimonio Artístico de la Universidad deZaragoza», Historia de la Universidad de Zaragoza (1983), Madrid, Editora Nacional, págs. 435-481.

[4] Faustino Casamayor (1814): Años políticos e históricos de las cosas más particulares ocurridas en la Ymperial y siempre Augusta Ciudad de Zaragoza, Capital del ínclito Reino de Aragón, año 1814, ms., Biblioteca de la Universidad de Zaragoza.

[5] Gerónimo Borao (1987): Historia de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, Mira, 1987, págs. 152-153. [1.ª ed., 1869.]

[6] Carmen Rábanos (1993): «Estudio documental de la colección de tapices de la Universidad de Zaragoza», Artigrama, n.º 1, págs. 423-433. José Antonio Almería, Cristina Giménez, Concepción Lomba y Carmen Rábanos (1983): Catálogo de la exposición del patrimonio artístico de la Universidad de Zaragoza. IV Centenario Universidad de Zaragoza, 1583-1983, Zaragoza. En el folletocatálogo de la exposición figuran reseñadas 96 obras, entre ellas los 11 tapices que tenía entonces la universidad.

[7] Memoria del estado y progresos de la enseñanza en el distrito universitario de Zaragoza en el curso de 1858 a 1859 (1860), Zaragoza, Imprenta de Agustín Peiró, pág. 33. Cita extraída de Carlos Forcadell en su introducción a G. Borao (1987), pág. XXIII.

[8] Ángel San Vicente (1981): Monumentos diplomáticos sobre los edificios fundacionales de la Universidad de Zaragoza y sus constructores, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico».

[9] Desde su solar. Homenaje del I. B. Pedro de Luna a la Universidad de Zaragoza con motivo del 450 aniversario de su fundación (1993), Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia, Instituto de Bachillerato Pedro de Luna y Universidad de Zaragoza.

[10] Revista de Aragón, 3-XI-1878.

[11] Miguel Sancho Izquierdo (1956): De las ruinas de la universidad de 1809 a la moderna ciudad universitaria de Aragón, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, pág. 5.

[12] Manuel García Guatas (1999): «Formación de la colección artística de la Universidad de Zaragoza», Artigrama, n.º 14, págs. 437-438.

[13] Víctor Balaguer (1888): Las calles de Barcelona en 1865, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, impresor de cámara de S. M., 3 vols., s. v. calle de Ronda.

[14] En la extensa necrológica del rector Borao, publicada por entregas en la Revista de Aragón (15-XII-1878), nada más fallecer repentinamente, en noviembre de 1878, el profesor Cosme Blasco daba cuenta de la preocupación por las obras de arte de la universidad y de sus escuelas, como la Normal de Maestros, para la que «mandó pintar y colocar en el Seminario de Maestros el retrato al óleo del fundador Montesinos; en la sala rectoral, el del ministro Luján, en recuerdo de la solemne inauguración del ferrocarril de Madrid a Zaragoza; […] dispuso el examen y clasificación de las pinturas que poseía el establecimiento, procedentes de los conventos, y publicó el Anuario de la Universidad de Zaragoza para el curso de 1856-57, incluyendo en él, entre otras noticias, a historia de la Escuela, la del Jardín y la del rectorado».

[15] García Guatas (1999), pág. 436.

[16] Enrique Repullés y Vargas (1894): Edificio para las Facultades de Medicina y Ciencias de Zaragoza. Proyecto y dirección del arquitecto Ilustrísimo Señor Don Ricardo Magdalena, Madrid, Imprenta y Litografía de los Huérfanos.

[17] María Pilar Laguía (1985): «La iconografía científica en la Facultad de Medicina y Ciencias de Zaragoza», Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, n.º 51-52, págs. 161-291. Guillermo Fatás (1993): El edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Historia y significado iconográfico, Zaragoza, Universidad de Zaragoza y Gobierno de Aragón.

[18] José Antonio Hernández Latas (1995): «Ramón y Cajal ante su estatua (1922-1925)», El Bosque, n.º 10-11, págs. 253-266. Reed. como folleto con motivo del centenario de la obra de Ramón y Cajal titulada Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados (1999), Zaragoza, Universidad de Zaragoza.

[19] Carlos Forcadell (1983): «La Universidad de Zaragoza en la época isabelina (1845-1868)», en Historia de la Universidad de Zaragoza, págs. 264-266.

[20] «El Prado disperso» (1995), Boletín del Museo del Prado, n.º 34, págs. 84-85 (cuadros depositados en Zaragoza).

[21] José María Nasarre (1992): La Escuela Normal de Maestros de Huesca en el siglo XIX, Huesca, Escuela Universitaria de Magisterio.

[22] Gregorio Herrainz (1906): Reseña histórica de la Escuela Normal desde su fundación en 1844 a fin del año académico de 1906- 1907, Zaragoza.

[23] García Guatas (1999), págs. 438-441.

[24] José Gómez Piquer y José María Pérez García (2000): Crónica de 150 años de estudios veterinarios en Aragón (1847-1997), Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», pág. 86.

[25] C. Forcadell (1996): «Cien años de enseñanzas técnicas en Zaragoza, 1895-1995. De la Escuela de Artes y Oficios a la de Ingeniería Técnica Industrial», en Luis Germán, José Antonio Biescas, Carlos Forcadell y Eloy Fernández Clemente: Industrialización y enseñanza técnica en Aragón, 1895-1995: Cien años de Escuela y profesión, Zaragoza, Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Aragón, págs. 103-139.

[26] José Antonio Hernández Latas (2002): Bernardino Montañés (1825-1893). Arte y erudición en la edad de la inocencia, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, págs. 104-109.

[27] Tina Pastor (2000): De la tradición a la modernidad. Los orígenes de la pintura moderna en Elche, Alicante, Universidad de Alicante.

[28] Patrimonio artístico de la Universidad Complutense de Madrid. Inventario (1989), Madrid, Universidad Complutense.

[29] Reproducido a color en el catálogo de la exposición Grupo Pórtico 1947-1952 (1993), Zaragoza, Gobierno de Aragón, Electa, pág. 118. Se expuso por primera vez en la primera exposición de Pórtico en Zaragoza, en 1947.

[30] Historia de la Universidad de Zaragoza (1983), págs. 437-438. Jesús Pedro Lorente (1996): El arte de soñar el pasado. Pintura de historia en las colecciones zaragozanas, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza.

[31] José Luis Viviente (2001): Aragón y la escultura Creación, Zaragoza, Academia de Ciencias Exactas, Físicas, Químicas y Naturales de Zaragoza.

[32] J. A. Hernández Latas (comisario) (1999): Luis Pablo Sanz Lafita (1902-1996). Legado de la Universidad de Zaragoza, catálogo de la exposición, enero-febrero de 2000, Zaragoza, Vicerrectorado de Extensión Universitaria.